—Creo que
debería darme una ducha rápida.
—¿Y qué
tal una ducha conjunta y muy lenta? —Sugirió abrazándome por la espalda y
frotándose contra mí, lo que me permitió apreciar cierta hinchazón bajo su pantalón.
—Me gusta
esa idea —sonreí—, ¿dónde está el baño? —Pregunté, alegrándome de haber ido al
lavabo antes de salir de la oficina y no necesitar unos momentos de intimidad
que hubiesen estropeado la magia del momento.
—Por aquí
—contestó
tirando de mí.
—No sé si
es buena idea —observé al comprobar que la bañera, aunque grande, estaba
situada bajo el tejado y había un trozo de techo bastante bajo.
—No te
preocupes, seguro que cabemos bien, sólo es cuestión de estar muy juntitos —sonrió
mientras me levantaba por la cintura y me sentaba en el mueble del lavabo.
—¿Cómo de
juntitos? —pregunté mientras lo rodeaba con mis piernas y lo atraía para
empezar a desabrochar su camisa.
—Depende,
ya iremos improvisando —contestó mientras me miraba fijamente, siguiendo mi ejemplo
y desabotonando mi blusa.
Dejé caer su camisa al suelo y él hizo lo mismo con la mía,
sus ojos codiciosos resbalaron hacia mis pechos y sus dedos diestros
desabrocharon mi sujetador.
—Siempre
que me decías que ibas a nadar me preguntaba cómo serían tus pechos —susurró mientras con sus dedos bajaba las
tiras por mis brazos.
—¿Y? —Pregunté mientras sentía que éstos quedaban
liberados.
—Me
alegro que no tengas pechos de nadadora —contestó
mientras los recorría suavemente con sus dedos.
—Y yo me
alegro que te gusten —sonreí complacida.
—Me
gustas tú y me gusta tu cuerpo, aunque no es de eso de lo que me enamoré, la
verdad es que en un principio no te vi como nada sexual —dijo mirándome a los ojos.
—Vaya, no
sé si eso es un elogio.
—Me
gustan tus pechos, me gusta tu boca —dijo recorriéndola con sus labios—, me
gustan tus pequeñas orejas —las mordió suavemente—, tu cuello —hundió
su boca y lo recorrió hasta pararse en el hombro y clavar sus dientes
suavemente, lo que consiguió erizarme toda la piel y estremecerme por dentro
arrancando un gemido de mi boca.
—No sabes
el efecto que eso tiene sobre mí —susurré a su oído mientras rodeaba su
cabeza con mis manos y lo alzaba hasta mis labios.
—Sí, sí
que lo sé —sonrió travieso mientras hundía su boca en la mía y buscaba
mi lengua con la suya.
Bajó sus dedos hasta mis pezones para demostrarme que había
notado mi respuesta a su apasionado mordisco, jugaba con ellos mientras yo
seguía atrayendo su cabeza con mis manos. Me volvió a levantar por las axilas
sin dejar de besarme, y cuando esperaba que me devolviese al suelo, me puso de pie
sobre el inodoro lo que me sorprendió haciéndome reír; ahora yo era un poquito
más alta que él.
Noté sus dedos desabrochando mis tejanos, bajarlos
arrastrando la ropa interior con ellos, se arrodilló para sacar mis zapatos
mientras yo intentaba aguantar el equilibrio sujetándome en sus hombros.
Levanté un pie y le dejé quitar mi zapato y la ropa con él, lo devolvió a su
lugar e hizo lo mismo con el otro. Empezó a mordisquear mis dedos causándome
una mezcla de cosquillas y placer.
Ascendió por mis tobillos siguiendo con su mordisqueo, que
conseguía hacerme temblar y temer por mi estabilidad, noté cómo se levantaba
para seguir subiendo hasta acercarse a mis genitales, apretó mis glúteos con
sus poderosas manos y hundió su boca en mi sexo recorriéndolo con sus labios.
Lo aparté de mí y bajé al suelo para poder desabrochar su
pantalón, que cayó sobre el mosaico mientras yo bajaba sus slips, me incliné
para abrir el grifo, momento que él aprovechó para deshacerse de su ropa y sus
zapatos y, acercándoseme por detrás, encajó su pene erguido entre mis glúteos
expuestos, aguantándome por la cintura mientras se movía lentamente,
masajeándose entre las redondeces.
Entramos en el agua y él cogió la esponja poniéndole jabón
antes de entregármela con una mirada cargada de complicidad. Empecé a recorrer
su cuerpo empezando por la espalda, bajé lentamente hasta llegar a los pies, le
pedí que se diese la vuelta y empecé a ascender hasta llegar a sus genitales,
cogí sus testículos con una mano y los masajeé suavemente con la espuma, noté
que su respiración se aceleraba y su miembro palpitaba reclamando mi atención.
Repetí la misma operación, esta vez con la esponja, notando cómo sus caderas
empezaban a moverse involuntariamente.
No quise seguir torturándole y le devolví la esponja dándome
la vuelta y ofreciéndole mi espalda. Él empezó por mis hombros apartando mi
cabello ya mojado, volvió a clavar sus dientes en mi cuello consciente del
efecto que esto causaba en mí, empezaba a conocer mi cuerpo y eso me permitía
relajarme y abandonarme a sus caricias totalmente confiada.
Volvió a poner jabón para seguir bajando y recrearse en mis
glúteos, abrí las piernas para permitirle que pudiese acceder a mis genitales.
Oí caer la esponja y noté sus dedos deslizándose rítmicamente, en parte para
lavarlos, en parte para darme placer. Me incliné apoyando las manos en el borde
de la bañera y sentí cómo volvía a encajar su pene entre el canalillo de mis
glúteos, masajeando entre ellos su miembro, que se deslizaba suavemente ayudado
por la espuma.
Seguía tocando mi clítoris que estaba totalmente
congestionado, sus dedos se movían con destreza, sentía su pene deslizarse y
sus testículos colgando entre mis redondeces en cada uno de sus movimientos. Le
oí coger la alcachofa de la ducha y recorrer mi espalda con el agua tibia, pasó
hacia delante y la dirigió hacia mis genitales, haciendo que la presión del
agua me hiciese empezar a gemir de placer.
—Hazlo tú
—ordenó
mientras me pasaba la ducha.
La cogí sin dudarlo y dirigí el chorro de agua hacia mis partes más íntimas, moviéndolo en la dirección adecuada. Noté como entraba dentro de mí,
suavemente al principio, con más fuerza después cuando comprobó que era capaz
de aguantar sus embestidas sujetándome con una sola mano en la bañera mientras
él me atraía por las caderas.
Era una mezcla explosiva, la presión del agua acariciándome,
dirigida hábilmente por mí misma, él deslizándose con fuerza dentro de mi
cuerpo, no pude alargarlo demasiado y noté los espasmos de mi interior que
recorrían todo mi cuerpo, aguanté intentando no perder el equilibrio hasta que
lo notase explotar dentro de mí.
Cuando recuperé la consciencia dirigí el chorro de agua
hacia sus testículos, decidida a incrementar sus sensaciones, lo sentí gruñir
de placer mientras se quedaba inmóvil, incapaz de seguir más tiempo con sus
movimientos, sujetando fuertemente mi cintura mientras palpitaba dentro de mí.
—Oh Dios,
qué bueno es esto —exclamó contra mi espalda.
—Bueno e
imprudente cariño, nos podríamos haber roto la cabeza —contesté
riendo mientras me giraba, buscando el tapón de la bañera para taparla.
—No me
vuelvas a provocar —dijo dándome un suave cachete en el trasero—. No
estoy preparado para volver a ver tu culito expuesto.
Se sentó en la bañera y me situó entre sus piernas. Lavó
suavemente mi cabello y lo aclaró con la ducha mientras nos relajábamos. Me
recosté en su pecho cerrando los ojos y dejé que el agua tibia recorriese mi
cuerpo, esta sensación de laxo abandono, después del gozo vivido, era casi tan
placentera como la de hacía unos momentos.