Resume adaptado de la novela "Estel, amor y miseria" seguir leyendo
–¡Dios!, pienso
en lo que eres capaz de hacerme sentir y me deshago por dentro –le dice antes
de besarla cubriéndola con todo su cuerpo. Despega sus labios de los de ella y
la coge por la mano que se acerca a la boca mientras la mira fijamente. Besa la
parte interior de su muñeca, bajando por la palma, recorriendo los dedos con su
lengua. Pasea sus labios por la punta redondeada de sus uñas perfectamente
recortadas y limadas mientras la mira sugestivamente, introduce el dedo corazón
en su boca y lo succiona, cuando lo retira le quita el anillo que ella lleva
puesto dejándolo sobre la mesita; la mira fijamente sin necesidad de palabras y
ella le responde con una mirada de entendimiento.
–¿Quieres que
te haga derretir? –Le pregunta ella mientras se libera de su peso y girándose,
apoyada sobre el codo, se sitúa encima de él.
–Si… quiero
–contesta arrastrando las palabras sin dejar de mirarla.
–¿Y puedo hacer
lo que yo quiera? –Pregunta Laura mientras acerca su cara a la de él,
presionándole los brazos por encima de la almohada con sus manos mientras frota
su cuerpo sinuoso contra el de él.
–Puedes –casi
gime, porque hace rato que su respiración se ha acelerado y es difícil
controlar el tono de voz. Y siente sus labios pegados a los de él como una
ventosa, y su lengua que invade su boca, y la suave resistencia de sus manos
que intentan impedir que él libere sus brazos para abrazarla, indicándole que
no desea que se mueva.
Nota como ella
se desprende de su boca y baja hasta su pecho, y sigue deslizándose, lamiendo
con su lengua serpenteante todo lo que encuentra a su paso, sus pezones, su
torso, su vientre, su ombligo; y lo ve aunque tenga los ojos cerrados, porque
la imagina mientras siente la presión de su apéndice en cada uno de los
rincones que ella acaricia.
Siente el roce
de sus labios sobre su pene, pequeños besos, como si no quisiese precipitar su
excitación, mientras sus manos acarician sus testículos y él empieza a respirar
de manera alterada, intentando no desbocarse y concentrarse en sus caricias;
abandonarse a ellas, sentir como el placer fluye libremente por todo su cuerpo.
Nota su lengua
acariciar su periné, acercarse al ano, lubricarlo con su saliva mientras lo
lame con fuerza. Succionar y aprisionar sus testículos en su boca cerrada para
acariciarlos suavemente con su lengua, soltar uno para coger el otro y después
buscar otro prisionero: su pene vibrante que palpita hasta que ella lo
inmoviliza en la cavidad húmeda y caliente, que siente subir y bajar, mientras
su lengua acaricia con suavidad el glande totalmente descapullado.
Advierte como
los movimientos del dedo que estimulaban su ano se detienen para lubricarlo con
su saliva e introducirlo dentro con delicadeza, lo siente entrar suavemente,
deslizándose con precisión, como si supiese perfectamente donde detenerse al
localizar su objetivo. Y lo encuentra, claro que lo encuentra, y ya no sabe qué
parte de su cuerpo le proporciona más placer; su boca y su lengua deslizándose
sobre su pene, o su dedo presionando delicada pero enérgicamente sobre su próstata.
Intenta concentrarse en cada una de sus caricias, procurando aislarlas para
sentirlas independientemente, perdiendo la noción del tiempo que quisiera
detener, prolongando el goce que lo embriaga, que inunda todas las fibras de su
ser, anulando su razón y activando todos sus órganos sensoriales.
Y cuando piensa
que está llegando a la cresta de la ola de placer que remonta, permitiéndole
levitar unos instantes en la cima, hasta que totalmente extasiado se deje
deslizar nuevamente, sintiendo el torbellino que le arrastra desde el centro de
sus entrañas, nota cómo ella retira su boca y sujeta firmemente la cabeza de su
pene, siente también como el dedo que había introducido dentro de él vuelve a
salir para con esta mano hacer presión en la base del mismo. Ya no siente la
imperiosa necesidad de eyacular, pero nota la energía fluir, inundando todo su
ser, prolongando el estado de éxtasis en que se encuentra sumergido.
Y en unos
momentos vuelve a sentir su boca rodeándolo, su lengua acariciándolo, su dedo
penetrándolo; sus caricias acompasadas que ahora consiguen un mayor nivel de
excitación aunque esto le parecía imposible, elevándolo a cuotas de placer que
creía inalcanzables. Y es consciente de que ya no hay vuelta atrás, de que se
encuentra en un estado de paroxismo total que le impide pensar en nada que no sea
abandonarse al placer, y se deja ir; sintiendo el líquido que se desborda,
sintiéndose todo él líquido, expandiéndose y recorriendo todos los rincones de
su ser que lo inundan como una ola gigante, haciéndole perder la noción de la
realidad por unos instantes, como si la energía que estaba liberando se hubiese
expandido hasta alcanzar el infinito, vaciando y llenando a la vez su cuerpo y su mente. Ni siquiera es
consciente de cuando retira ella su boca, su lengua, su dedo; sólo siente paz,
la paz de su cuerpo totalmente relajado, la tranquilidad y la certeza de que en
ese momento no hay un lugar mejor donde poder estar, ni nadie con quien nunca
haya deseado compartirse ni entregarse de esa manera tan completa.
–Te quiero
Laura –le dice al abrir los ojos a la cara sonriente que encuentra frente a él
mientras la abraza–. Dios, no sabía que se pudiese llegar a amar de esta
manera.
–Yo también te
quiero Alex –le contesta ella mientras busca sus labios para besarlos.