miércoles, 25 de septiembre de 2013

Zonas inexploradas

Resume adaptado de la novela "Estel, amor y miseria" seguir leyendo

   
 Alex la coge por los brazos y la ayuda a incorporarse, le quita la pinza que sujeta su cabello, lo extiende por su espalda y la atrae hacia él para besarla en los labios, suave, dulcemente, pero dejando patente su excitación que aunque aún no se ha desbordado  empieza a ser apremiante cuando siente su cuerpo pegado al de ella. Sus brazos enlazados detrás de su cuello, la redondez de sus pechos en su propio pecho, el vientre liso contra su vientre inflamado por el deseo, y el apéndice que se interpone entre ambos que ha cobrado vida nuevamente. La atrae por la cintura para apretarla más contra sí y que pueda percibir la compresión ondulante de su miembro abultado. Laura baja sus brazos y le rodea los glúteos con las manos, ciñéndose aún más contra él, para darle a entender que le gusta sentir la presión de esa parte de su cuerpo, que en este momento es la más vital de todas. Y siente cómo se eleva del suelo cuando él la coge en brazos para depositarla sobre la cama.

     –¡Dios!, pienso en lo que eres capaz de hacerme sentir y me deshago por dentro –le dice antes de besarla cubriéndola con todo su cuerpo. Despega sus labios de los de ella y la coge por la mano que se acerca a la boca mientras la mira fijamente. Besa la parte interior de su muñeca, bajando por la palma, recorriendo los dedos con su lengua. Pasea sus labios por la punta redondeada de sus uñas perfectamente recortadas y limadas mientras la mira sugestivamente, introduce el dedo corazón en su boca y lo succiona, cuando lo retira le quita el anillo que ella lleva puesto dejándolo sobre la mesita; la mira fijamente sin necesidad de palabras y ella le responde con una mirada de entendimiento.
      –¿Quieres que te haga derretir? –Le pregunta ella mientras se libera de su peso y girándose, apoyada sobre el codo, se sitúa encima de él.
      –Si… quiero –contesta arrastrando las palabras sin dejar de mirarla.
      –¿Y puedo hacer lo que yo quiera? –Pregunta Laura mientras acerca su cara a la de él, presionándole los brazos por encima de la almohada con sus manos mientras frota su cuerpo sinuoso contra el de él.
      –Puedes –casi gime, porque hace rato que su respiración se ha acelerado y es difícil controlar el tono de voz. Y siente sus labios pegados a los de él como una ventosa, y su lengua que invade su boca, y la suave resistencia de sus manos que intentan impedir que él libere sus brazos para abrazarla, indicándole que no desea que se mueva.
      Nota como ella se desprende de su boca y baja hasta su pecho, y sigue deslizándose, lamiendo con su lengua serpenteante todo lo que encuentra a su paso, sus pezones, su torso, su vientre, su ombligo; y lo ve aunque tenga los ojos cerrados, porque la imagina mientras siente la presión de su apéndice en cada uno de los rincones que ella acaricia.
      Siente el roce de sus labios sobre su pene, pequeños besos, como si no quisiese precipitar su excitación, mientras sus manos acarician sus testículos y él empieza a respirar de manera alterada, intentando no desbocarse y concentrarse en sus caricias; abandonarse a ellas, sentir como el placer fluye libremente por todo su cuerpo.
      Nota su lengua acariciar su periné, acercarse al ano, lubricarlo con su saliva mientras lo lame con fuerza. Succionar y aprisionar sus testículos en su boca cerrada para acariciarlos suavemente con su lengua, soltar uno para coger el otro y después buscar otro prisionero: su pene vibrante que palpita hasta que ella lo inmoviliza en la cavidad húmeda y caliente, que siente subir y bajar, mientras su lengua acaricia con suavidad el glande totalmente descapullado.
      Advierte como los movimientos del dedo que estimulaban su ano se detienen para lubricarlo con su saliva e introducirlo dentro con delicadeza, lo siente entrar suavemente, deslizándose con precisión, como si supiese perfectamente donde detenerse al localizar su objetivo. Y lo encuentra, claro que lo encuentra, y ya no sabe qué parte de su cuerpo le proporciona más placer; su boca y su lengua deslizándose sobre su pene, o su dedo presionando delicada pero enérgicamente sobre su próstata. Intenta concentrarse en cada una de sus caricias, procurando aislarlas para sentirlas independientemente, perdiendo la noción del tiempo que quisiera detener, prolongando el goce que lo embriaga, que inunda todas las fibras de su ser, anulando su razón y activando todos sus órganos sensoriales.
      Y cuando piensa que está llegando a la cresta de la ola de placer que remonta, permitiéndole levitar unos instantes en la cima, hasta que totalmente extasiado se deje deslizar nuevamente, sintiendo el torbellino que le arrastra desde el centro de sus entrañas, nota cómo ella retira su boca y sujeta firmemente la cabeza de su pene, siente también como el dedo que había introducido dentro de él vuelve a salir para con esta mano hacer presión en la base del mismo. Ya no siente la imperiosa necesidad de eyacular, pero nota la energía fluir, inundando todo su ser, prolongando el estado de éxtasis en que se encuentra sumergido.
       Y en unos momentos vuelve a sentir su boca rodeándolo, su lengua acariciándolo, su dedo penetrándolo; sus caricias acompasadas que ahora consiguen un mayor nivel de excitación aunque esto le parecía imposible, elevándolo a cuotas de placer que creía inalcanzables. Y es consciente de que ya no hay vuelta atrás, de que se encuentra en un estado de paroxismo total que le impide pensar en nada que no sea abandonarse al placer, y se deja ir; sintiendo el líquido que se desborda, sintiéndose todo él líquido, expandiéndose y recorriendo todos los rincones de su ser que lo inundan como una ola gigante, haciéndole perder la noción de la realidad por unos instantes, como si la energía que estaba liberando se hubiese expandido hasta alcanzar el infinito, vaciando y llenando a la vez  su cuerpo y su mente. Ni siquiera es consciente de cuando retira ella su boca, su lengua, su dedo; sólo siente paz, la paz de su cuerpo totalmente relajado, la tranquilidad y la certeza de que en ese momento no hay un lugar mejor donde poder estar, ni nadie con quien nunca haya deseado compartirse ni entregarse de esa manera tan completa.
      –Te quiero Laura –le dice al abrir los ojos a la cara sonriente que encuentra frente a él mientras la abraza–. Dios, no sabía que se pudiese llegar a amar de esta manera.


      –Yo también te quiero Alex –le contesta ella mientras busca sus labios para besarlos.

4 comentarios:

  1. Precioso... Ese es un hombre libre, libre de cadenas mentales, que son las peores, libre de represiones, libre para amar y dejarse amar, para abandonarse al placer total y absolutamente, libre... ¡LIBRE! Dejándose de etiquetas, de prejuicios, porque digo yo, ¿qué tendrá que ver el placer que siente un hombre cuando se deja masajear la próstata por una mujer con la homosexualidad? Si es que... No hay nada como una mente libre, deseosa de experimentar y de sentir placer... antes de decir que no a algo, lo mejor es probar, ¿no? ¿Como saber si no te gusta si nunca lo has probado ni lo quieres probar? ¿Cómo saber que el sexo anal no te gusta si nunca lo has probado? Si algunos (y algunas) se liberaran mentalmente, descubrirían muchos placeres... y si pruebas y no te gusta, pues no lo vuelves a hacer, si es que no hay problema, porque no es lo mismo no querer o que no te guste, que no querer por prejuicios, represiones y falsos conceptos.

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  2. Totalmente de acuerdo Delfin, para opinar es necesario saber de qué se habla. ¿Cómo puedes decir que no te gusta el arroz si nunca lo has comido?... Aún quedan muchos prejuicios y tabús en nuestra sociedad.

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