viernes, 4 de octubre de 2013

Masaje, dulce masaje.

      Resumen adaptado de la novela  "Carmín, el lado oculto" Ver vídeo
     
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      —Estaba pensando en hacerte un masaje de esos que te dejan  súper relajada contestó, pasando un dedo por mi escote. ¿Qué te parece? Seguro que eso te hace olvidarlo todo.
       Ummm, eso suena muy bien reconocí, olvidándome de todo mi malestar ante tan dulce expectativa, atrayéndolo hacia mí para besarlo Pero hoy me tocaba a mí darte el masaje.

      Hacía tiempo que nos habíamos acostumbrado a un masaje erótico las noches que él se quedaba a dormir en casa, un día lo hacía el uno y al día siguiente el otro. Era una hora de relajante placer que después se podía alargar hasta altas horas de la noche. Las únicas normas eran que el que recibía el masaje no se podía mover hasta que el otro lo permitiese, cosa que tengo que reconocer me daba cierto poder sobre él, porque el cuerpo de la mujer tiene muchos más recursos.

       Protegía la cama para que el aceite no traspasase, unas cuantas velas en las mesitas y una varita de incienso de canela que en pocos momentos impregnaba el aire de un dulce olor. Programaba una música especial para masajes que duraba media hora para que se fuese repitiendo, permitiéndome organizar el tiempo sin que él se diese cuenta.
       Jon Bao (abrazo), es una música melodiosa de piano y arpa, que consigue penetrar en la mente haciendo que los sonidos se transmitan a las manos y al resto del cuerpo en movimientos rítmicos que se convierten en caricias llenas de armonía, transportando al que las recibe, y también a quien lo da, a un mundo aparte.

       Me arrodillé en la cama totalmente desnuda, antes de que él se tendiese ofreciéndome la espalda. Me gustaba ver sus ojos mientras frotaba mis manos y mis brazos con aceite, cómo subía su excitación mientras él mismo untaba mis pechos y mis genitales con el líquido tibio, sabiendo que utilizaría todas mis partes engrasadas para masajearle después. Le besé dulcemente y le empujé hasta que quedó totalmente tendido y expuesto a mi voluntad.
       Dejé caer el aceite sobre su piel y empecé a masajear su cuerpo, siguiendo el ritmo de la música, repitiendo cada movimiento tres veces, primero amasando en sentido ascendente muy lentamente, para volver a bajar con agilidad. Repetía los movimientos en sus dedos, sus pies, sus pantorrillas…
       Al llegar a sus glúteos me arrodillé entre sus piernas abiertas y con ambas manos acaricié sus nalgas con firmeza, sintiendo el calor que desprendía su piel. Seguí una a una sus costillas, y mientras mis manos ascendían hacia sus hombros, mi antebrazo le masajeaba con más fuerza en la espalda.

       Me dejé caer sobre él, deslizando mis pechos sobre la parte interna de sus glúteos, intentando no tocar sus genitales, que permanecían aplastados sobre el colchón, para no excitarle. Seguí resbalando con mi busto por su cintura, por su espalda, frotando mis genitales en sus muslos. Mi cuerpo serpenteaba encima del suyo y notaba su respiración agitarse, así que me quedé quieta acoplada a su cuerpo, dedicándome a dejar que se relajase un poco bajando por sus brazos, friccionando sus manos con las mías, sus dedos con mis dedos.
       Para acabar de eliminar su incipiente tensión empecé a masajear su cuello y su cabeza con los dedos, estaba acabando la media hora de música y debía darse la vuelta, no me podía arriesgar a que tuviese una erección y que todo se acelerase. Me gustaba tener el control en mis manos, en mis pechos y en todo mi cuerpo, saber que con mi roce podía controlar su excitación, provocándole un placer moderado que poco a poco iba aumentando sus expectativas conforme lo acariciaba.
       Date la vuelta cariño le susurré al oído mientras me incorporaba, dejándole espacio para girarse.
       Ummmm dejó escapar un gemido, mezcla del estado aletargado en que se encontraba y el disgusto por tener que girarse.
       ¿No quieres que te masajee por delante? susurré sabiendo la respuesta inmediata.
       Siiiii, balbuceó tendiéndose de espaldas con dificultad.
   Entonces tendré que volver a untarme respondí mientras mis manos engrasadas se deslizaban por mis pechos y mi vientre, sabiendo que él me observaba con los ojos semicerrados y anhelantes.

       Sonreí satisfecha, dejando caer el aceite por su torso y por sus abdominales, viendo cómo se escurría por su pene y sus testículos sin que yo los tocase, él dejó escapar un murmullo de complacencia apenas perceptible, preludio de los que vendrían después. Me volví a situar entre sus piernas para masajearlas, subí por sus caderas, su abdomen y su pecho hasta llegar a su cara para masajear sus sienes y sus orejas, tenía que mantenerlo relajado si quería evitar que su incipiente erección impidiese llegar al final de manera precipitada.

       Cuando noté que su respiración volvía a ser pausada empecé a descender nuevamente por su pecho y por su vientre. Levanté sus rodillas para poder acceder fácilmente a la parte interna de sus glúteos, ya que había descubierto que esa caricia le proporcionaba un inmenso placer. Mis dedos lubricados se movían con destreza por su ano y su periné, notando como sus testículos empezaban a congestionarse.
       Los cogí entre mis manos y empecé a masajearlos con delicadeza, el dedo pulgar zigzagueando por encima, el resto acariciando por debajo, atenta a su respuesta. Seguí subiendo por su pene totalmente erecto, los dedos con movimientos serpenteantes, deslizándose de abajo a arriba y otra vez de arriba hacia abajo, ayudada por el aceite que me permitía frotar con firmeza y suavidad a la vez.
      
        Dejé caer mis manos sobre la cama y atrapé su miembro entre mis pechos, el aceite permitía que se deslizase fácilmente entre ellos, era una sensación muy placentera también para mí. Subía y bajaba sintiéndole resbalar, notando como la temperatura y la tensión se incrementaba. Cuando noté que su erección palpitaba con fuerza, sin dejar de acariciarlo con los pechos, atrapé su glande con la boca y empecé a trazar pequeños círculos con la lengua, sabiendo que esta caricia era el principio del fin.
       Sus manos se posaron sobre mi cabeza, notaba que no podría contenerse mucho más, por eso intervenía a pesar de saber que no podía hacerlo. Retiré sus manos y ascendí apoyándome en ellas, frotando mi cuerpo sobre él en mi camino hacia su boca, y mientras lo besaba seguía friccionando mis genitales sobre los suyos, resbalando con facilidad mientras me estimulaba y notaba que mi propia excitación se incrementaba.

       Me incliné para ponerme a horcajadas sobre él, dejándome caer con suavidad para envainarle, sintiendo como entraba dentro de mí, resbaladizo, firme y, sobre todo, ardiente. Sus manos se posaron sobre mis glúteos y empezaron a moverme rítmicamente, notaba el fuego incrementarse dentro de mí, necesitaba que tocase mis pechos, súperestimulados aún por el roce del masaje, pero sus manos estaban ocupadas. Preferí ser yo misma quien los acariciase, primero suavemente, aprovechando el aceite que me permitía frotar con facilidad, al final, cuando la excitación llegó a su punto máximo, con pequeños pellizcos en los pezones que resbalaban entre mis dedos engrasados.

       Esperé hasta notar sus contracciones para dejarme ir poco después,  cayendo encima suyo totalmente exhausta.
       Oh, cariño, cada día lo haces mejor susurró en mi oreja mientras acariciaba mis glúteos.
      ¿Los masajes? Pregunté con una sonrisa pícara mientras elevaba las caderas para expulsarlo con suavidad.
       Todo cariño, todo contestó antes de besarme.


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